Dice la Biblia que el salario que el pecado paga es muerte. Y como todos
pecamos y hemos heredado el pecado, morimos sin remisión la muerte adámica. En
ninguna parte dice la Biblia que habrá humanos que no mueran. Quienes lo
afirman no están leyendo correctamente.
Muchos se hicieron testigos de Jehová creyendo que no morirían jamás. En
cierta ocasión un anciano le dijo a un estudiante bíblico que él no pensaba
morirse jamás. El estudiante le contestó que eso era presuntuoso de su parte y
el anciano intentó formarle un comité judicial, a pesar de que el estudiante no
estaba bautizado. Fue tal la rabieta que cogió el anciano que le denegó el
estudio al que así le contestaba. Y el superintendente encima le dio la razón
al anciano. El estudiante es hoy uno de los más acérrimos enemigos de los
testigos de Jehová.
Ha pasado el tiempo y el anciano en cuestión murió de viejo. Su familia
dejó de pertenecer a la congregación, al comprobar que todos los ancianos y
superintendentes se morían, en contra de la doctrina que predicaban. Y es que la
muerte adámica es para todos sin excepción.
Enseña la organización de los Testigos que el fin está cercano, al caer.
Pero no es así. Russell predicaba que el fin venía en 1914. Rutherford, que en
1925. Franz, que en 1975. Y todos los superintendentes y ancianos recalcaban
que el fin venía antes de terminar el año 2000. Y el fin no vino. Y los que
esperaban no envejecer y morir, han envejecido y muchos han muerto.
Ya puede el Cuerpo Gobernante cacarear que el fin está a la vuelta de la
esquina, que no viene. Se obliga a predicar esa doctrina para que no baje la
audiencia. Y con todo está bajando. Por eso se reagrupan dos congregaciones en
una. Por eso se venden tantos salones del reino y se publica menos literatura. Y
quien diga lo contrario, miente con total descaro, aunque es raro que un
Testigo dedicado, sobre todo un anciano de congregación, razone sin insultar o
menospreciar al interlocutor que le expone lo contrario.