¿Se
escribió el Nuevo Testamento
en
el siglo IV? (2)
En el siglo XVI
los protestantes se separaron de la Iglesia Católica y llevaron la Biblia tal
cual la tenía la Iglesia, ya con los textos de ‘la gran inserción’ incorporados
al evangelio de Lucas. Los protestantes nada sabían de estas añadiduras y creyeron
que toda la Biblia era Palabra segura de Dios que venía del siglo I y en ella
basaron sus creencias.
Con el tiempo los
protestantes se dividieron en varias sectas que a su vez originaron otras.
Todas ellas continúan basándose únicamente en la Biblia, ignorando que el Nuevo
Testamento había sido retocado y ampliado por la Iglesia Católica siglos atrás.
Los protestantes y otras sectas aceptaron además que el Nuevo Testamento había
sido escrito por quienes decía la Iglesia, que es lo que Eusebio de Cesarea
aseguró en sus escritos.
La Historia seglar
no da razón alguna de la existencia de los padres apostólicos mencionados por
Eusebio, salvo de Tertuliano y Orígenes, a quienes Eusebio hizo pasar por
cristianos y retocó sus escritos. Eusebio, pues, se inventó a los padres
apostólicos y apologetas de los siglos I a mediados del III. Después no
menciona a más padres porque se supone que estarían vivos para el tiempo en que
Eusebio escribía.
Se inventó también
Eusebio las cartas atribuidas a aquellos padres, así como la historia de la
Iglesia, creando personajes que entroncaban con los apóstoles, todo por vía de
Roma, olvidando que los apóstoles se suponía que estaban activos en Jerusalén y
otros lugares orientales en el siglo I y a tales apóstoles les correspondería con
más propiedad ser los dirigentes reales de la Iglesia. Eusebio, que estaba a
las órdenes del Emperador Constantino, se inclinó por una Iglesia romana.
Josefo nada sabía
de Jesucristo y sus apóstoles y por eso nada escribió sobre ellos. Las breves reseñas
que figuran en alguno de sus escritos no son más que cuñas insertadas a
machamartillo en el siglo IV, precisamente por Eusebio de Cesarea, quien de
paso interpoló a otros autores en el mismo sentido que a Josefo. De haber
sabido Josefo de la existencia de Jesucristo hubiera escrito varias obras sobre
él.
La Iglesia dice
que la figura de Jesús no interesaba. ¿No interesaba una persona que convertía
el agua en vino, sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos? El evangelio
afirma que su fama traspasó las fronteras. Definitivamente, sí interesaba la
figura de Jesucristo, tal como interesaban las de personajes nada sociables.
Una persona que cura a los enfermos y resucita a los muertos interesa del todo
aún a sus propios enemigos.
El historiador
Filón de Alejandría, que vivió justamente en el tiempo en que se supone que
vivió Jesucristo, tampoco escribió nada sobre él. Filón era el cronista
principal de su tiempo y, aunque vivía en Alejandría, estaba al tanto de los
acontecimientos de Judea y otros lugares. Extraña su silencio. Como también
extraña que los anales de Roma nada hayan registrado sobre Jesús.
El propio
emperador, bajo cuya jurisdicción estaba Judea, de haber sabido de este
insólito personaje, le hubiera hecho llamar a su presencia. Los historiadores
de los siglos I a III nada saben tampoco de Jesucristo y eso también resulta
extraño. ¿Es que no hubo un solo historiador a quien interesara la figura de
Jesucristo, cuando sí interesaban otras figuras de mucho menor calibre? ¿Se pusieron
de acuerdo todos los historiadores para no hablar de la existencia de
Jesucristo? Eso es más o menos lo que la Iglesia parece dar a entender.
Volvamos a
Jerónimo de Estridón. Para componer su Vulgata se valió de una de las copias
del Nuevo Testamento en griego producidas por Eusebio de Cesarea. Se valió
también de una selección de traducciones latinas del texto griego mencionado,
traducciones un tanto libres que no seguían fielmente el texto griego y que por
tanto diferían del mismo. Con estos dos tipos de documentos produjo el de
Estridón, no sin quebraderos de cabeza, la Vulgata latina.
No consultó textos
del Nuevo Testamento de los siglos I al III porque no los halló. Los papiros
que actualmente se presentan como de los siglos II y III, realmente no son de
esos tiempos, pues siguen fielmente los textos de la Vulgata que Jerónimo
compuso cerca de finales del siglo IV. Y si los papiros son reproducciones de
los textos de la Vulgata y ésta es de finales del siglo IV, por lógica esos
papiros no pueden ser de los siglos II y III.
La pregunta que
surge ahora es: ¿No se escribió el Nuevo Testamento en el siglo I? Y si se
escribió en el siglo I, ¿por qué no existían copias de los mismos en el siglo
IV? El caso es que no se conocen códices anteriores al siglo IV, en que se
produjo el Sinaíticus, hipotéticamente basado en copias más antiguas, pero que
nada se sabe de ellas.
Ningún historiador
de los siglos I a III da razón de la existencia del cristianismo en esos
siglos. A algunos se les insertaron cuñas posteriores a sus escritos. Tales
historiadores, de haberlo sabido, hubieran escrito libros enteros sobre
Jesucristo y el cristianismo. Nos encontramos, pues, con que solamente los
escritores del Nuevo Testamento hablan de la existencia de Jesús, los apóstoles
y los primeros cristianos en el siglo I, entendiéndose que los cristianos
continuaban activos durante los siglos II y III, aunque no hay registro
histórico que lo confirme.
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