(De la edición número 24 del libro HISTORIA EN VERSO DE LA WATCHTOWER
Y LOS TESTIGOS DE JEHOVA, de Teófilo Josefo Tadeo)
Como Russell fue masón,
bailar nos hizo a su son.
Del catorce creó escuela
que aún arrastra su secuela
y es el eje del gran carro
y del confuso cotarro
sobre el que gira expectante
hoy el Cuerpo Gobernante.
Más tarde, con felonía,
se cambió la melodía,
cuando el Ruther se hizo jefe,
siendo solo un mequetrefe
que revolvió el gallinero
para embolsarse el dinero
que le entraba por millones
con tantas publicaciones
que daba como alimento
y no eran más que excremento.
Llegó después Federico,
que de oro tenía el pico,
y nos cambió el pentagrama
por una insulsa amalgama
de doctrinas chapuceras
que sacó de sus perneras,
como la de los setenta,
que a tantos hiciera afrenta,
y aún peor, sin más razones,
condenó las transfusiones
que de órgano son trasplante
y no un zampar repugnante
que se prohibió al pueblo hebreo,
que era divino trofeo.
Fueron estos presidentes
de obtusas y angostas mentes
los que escribieron las notas
para tantos cabezotas
que hoy se cuentan por millones
y dan sus contribuciones
con generosa alegría,
sosteniendo la utopía,
con ademán impasible,
de un futuro insostenible.
Cuando la torre se caiga
porque ya en firme no arraiga
y ha quedado macilenta,
muchos caerán en la cuenta,
viendo que al cambio de luces
contra el suelo dan de bruces,
que tantos vociferantes
de los cuerpos gobernantes
andaban desafinados
y no serán escuchados.
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