En cierta ocasión platicaba con un
prominente anciano de los testigos de Jehová acerca de la fecha real de la
caída de Jerusalén. Según los historiadores, que tienen en cuenta la
información arqueológica y astronómica, existen innumerables pruebas de que
Nabucodonosor arrasó Jerusalén en el año 587 a.e.c. Estos historiadores que
dieron la fecha del 539 a.e.c. para la caída de Babilonia, también dan la fecha
del 587 a.e.c. para la caída de Jerusalén. Sin embargo la fecha del 539 a.e.c.
sí es aceptada por los testigos de Jehová; pero la fecha del 587 a.e.c. la
rechazan por completo.
Intenté exponerle las razones por las que
los historiadores, los arqueólogos y los astrónomos llegan a la fecha del 587
a.e.c., aparte de la Biblia misma cuando se le aplica la cronología histórica;
pero muy amablemente declinó escuchar y me dijo que él solamente aceptaba lo
que le dijera el Cuerpo Gobernante, que ahora es el Esclavo Fiel y Discreto. Si
el Cuerpo Gobernante cambia mañana de opinión y dice que Jerusalén cayó en el
587 a.e.c., eso es lo que aceptará, sin importar si la fecha de 1914 coincide o
no con los 2.520 años. Recalcó que lo que diga el Cuerpo Gobernante es lo único
que acepta, aunque no sea cierto. Si no es cierto, a su debido tiempo lo
cambiará.
Le mostré que los reyes Nabucodonosor a
Nabonido, según los listados de Beroso, Tolomeo y la lista de los reyes en Uruk
están de acuerdo en dar a Nabucodonosor 43 años de reinado; a Evil Merodac, 2
años; a Neriglisar, 4 años; a Labashi Marduk, unos pocos meses (excepto Tolomeo,
que no lo menciona); y a Nabonido, 17 años.
Me comentó
que eso indudablemente está mal porque el total de años según los listados da 66
años; pero que era evidente que estos reyes gobernaron 86 años. Y me aseguró que
algún día aparecerían tablillas en los que figuren más años de reinado. De hecho
me aseguró que Evil Merodac reinó 18 años y que entre Neriglisar y Nabonido contaron
4 años más de reinado. Finalmente me dijo que eso fue lo que le comentó un miembro
del Cuerpo Gobernante y eso es lo que se da a entender en el libro ‘Perspicacia’.
Ante la
cerrazón mental, me despedí cordialmente de él, no sin antes invitarle a un refresco
que gentilmente aceptó y hablamos después de temas no religiosos.