¿Se
escribió el Nuevo Testamento
en
el siglo IV? (3)
Nos preguntamos si
Eusebio de Cesarea no es realmente el autor de los libros del Nuevo Testamento
y que todo eso lo escribió en el siglo IV, a petición del emperador
Constantino. Es que Eusebio ya nos coló todas las mentiras habidas y por haber
con su ‘Historia eclesiástica’ y las cartas de los padres apostólicos, de los
que tampoco da razón la Historia seglar. Y resulta que estos padres citan de
los evangelios. Si no existieron, ¿cómo es que defienden la existencia de los
evangelios?
No tenemos más
remedio que llegar a la conclusión de que absolutamente todo es producto de la
mente de Eusebio, que actuaba a las órdenes del emperador, el cual pretendía
establecer una religión única en el Imperio. Y sería precisamente en el siglo
IV, en tiempos de Constantino, cuando nacería el cristianismo. Por tanto los
evangelios no serían más que una novela histórica impuesta a la fuerza como
suceso real para poder establecer la nueva religión. Jesucristo y los apóstoles
serían los personajes centrales de la novela.
No se sabe con
seguridad quién o quiénes escribieron los evangelios y las cartas apostólicas.
Aunque la Iglesia afirma sin pruebas que fueron escritos en el siglo I, se
sospecha que los evangelios y algunas cartas las escribió Eusebio de Cesarea,
en tanto que casi todas las epístolas paulinas las habría escrito Lactancio,
ambos en el siglo IV, a las órdenes del emperador Constantino, quien pretendía
instaurar una nueva religión común para el Imperio. Fue precisamente en ese
siglo IV cuando Constantino fundó no solamente la Iglesia Católica, sino el
cristianismo.
Constantino nombró
los primeros epíscopos (obispos) en el año 312 y su primera reunión con ellos
la celebró el 313 en la ciudad francesa de Arelate (Arles). El emperador nunca se hizo cristiano, aunque
la Iglesia diga lo contrario. Constantino murió atendido por Eusebio de
Nicomedia, a quien la Iglesia cataloga de hereje. No murió al amparo de una
religión que él mismo había hecho inventar. A finales del siglo IV el emperador
Teodosio impuso obligatoriamente en todo el Imperio, bajo pena de muerte, el
cristianismo que su antiguo predecesor Constantino había instaurado.
La atribución de
la autoría del Nuevo Testamento a Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo, Pedro y
Santiago es tradición de la Iglesia Católica y se basa en los escritos de
Eusebio de Cesarea, que ya se sabe que se inventó a los padres de la Iglesia y
a ellos les atribuyó unas supuestas cartas que en modo alguno pudieron
escribir, ya que no existieron tales padres de los siglos I a III, excepción
hecha de un par de ellos a quienes Eusebio les colgó escritos cristianos de los
que aquéllos no eran autores.
Tras convocarse el
Concilio de Nicea en el año 325, al que existieron 64 epíscopos nombrados por
Constantino, se les suministró a casi todos una copia de los ‘nuevos
testimonios’ confeccionados por Eusebio y Lactancio, según las órdenes de
Constantino. Ninguno de los epíscopos había tenido hasta entonces acceso a
dichos escritos que desconocían por completo. Esos escritos son los que forman
el Nuevo Testamento.
Las cartas
atribuídas a Pablo fueron escritas antes que los evangelios. Lo más lógico es
que, quien primero escribe, narre la historia de los personajes centrales, en
este caso Jesucristo y los apóstoles. Sin embargo Pablo guarda absoluto
silencio al respecto y menciona a un Cristo intangible y no humano. Las citas
paulinas sobre un Jesucristo textual no cabe duda de que son inserciones
tardías en el texto. Es raro que el primer narrador del cristianismo no diga
absolutamente nada sobre la existencia terrenal y hechos del hipotético
fundador del cristianismo, aunque sí mencione a unos supuestos primeros
seguidores post apostólicos.
La aparición de
personajes reales en las cartas paulinas, así como en los evangelios, no
significa que los relatos hayan sido reales. Las novelas históricas se
ambientan precisamente en los tiempos de ciertos personajes reales, lo que no
quiere decir que los personajes centrales o protagonistas de esas novelas hayan
existido.
Eusebio de Cesarea
menciona en su ‘Historia eclesiástica’ que Jesucristo le escribió una carta al
rey de Edesa, en contestación a otra que el monarca le había enviado. Según
Eusebio, la carta estaba en los archivos de Edesa. Este relato fue tomado como
verídico por siglos, hasta que se descubrió que era inventado. Si Eusebio fue
capaz de mentir tan descaradamente en aras de una supuesta investigación
histórica, hemos de entender que nos mintió en todo lo que escribió en su
‘Historia eclesiástica’ y en otras historietas de corte similar, como las
cartas que atribuyó a unos presumibles ‘padres’ de la Iglesia.
Al igual que el
relato de Eusebio sobre la carta de Jesucristo al rey de Edesa, la Iglesia hizo
pasar como verídica la llamada ‘donación de Constantino’, donación que, a favor
de la Iglesia, también se demostró falsa, pues el escrito había sido realizado
siglos después de Constantino y hecho pasar por más antiguo. Eso de hacer pasar
documentos recientes por más antiguos es lo que precisamente ha caracterizado a
la Iglesia Católica.
Así, pues, los
evangelios se escribieron en el siglo IV y se hicieron pasar como documentos
del siglo I. Y Eusebio creó su ‘Historia eclesiástica’ con hipotéticos
personajes que venían del siglo I y a los que hizo pasar por sucesores de los
apóstoles. Y además creó las cartas de los ‘padres’ apostólicos para dejar
‘testimonio’ de que los evangelios eran fidedignos, al igual que sus personajes.
Quien miente en lo
poco, miente en lo mucho; pero Eusebio mintió en todo. Eusebio pretendía demostrar que los evangelios y las cartas
apostólicas eran escritos genuinos del siglo I. También pretendía demostrar que
la Iglesia de Roma era la sucesora legítima de los apóstoles, aunque dejó de
lado a los apóstoles que supuestamente regían la Iglesia desde la propia Jerusalén.
Y dejó de lado al apóstol Juan, a quien le hubiera correspondido el legítimo
derecho de gobernar la Iglesia. Pero, claro, Eusebio sabía que ni existieron
Juan ni los demás apóstoles, y ni siquiera Jesucristo, pues él mismo los había
inventado.
Eusebio se obligó
a mentir en sus escritos porque debía obedecer órdenes del emperador
Constantino. Y Eusebio sabía cómo se las gastaba el emperador, quien mandó
asesinar a su propio hijo. Si no perdonó a su hijo Crispo, menos le hubiera
perdonado a Eusebio. Así que Eusebio escribió. Pero algo debían de contener los
escritos del Nuevo Testamento de Eusebio, probablemente una serie de acrósticos
que los delataban como falsificaciones, para que poco más de medio siglo
después el obispo de Roma ordenase urgentemente a Jerónimo de Estridón que
tradujese aquello al latín, rompiéndose así la cadena de acrósticos de los
escritos griegos de Eusebio.
Jerónimo tradujo y
agregó lo suyo. Y ahí fue cuando surgió la Vulgata latina y posteriormente los
códices que, basados en esa Vulgata, fueron hechos pasar por la Iglesia como de
siglos anteriores al copiarlos en papiro con caracteres antiguos.
Los primeros
códices del Nuevo Testamento datan del siglo IV y no existen códices de siglos
anteriores. Ello se explica porque el Nuevo Testamento fue escrito en el siglo
IV y no antes. Y los primeros templos y sepulcros cristianos son también del
siglo IV, algo lógico, pues no existió el cristianismo antes de que lo
instituyese Constantino y Eusebio y Lactancio escribieran los libros del Nuevo
Testamento, para lo cual Eusebio creó los personajes de Jesucristo y los
apóstoles y los ubicó en la época de César Augusto, Herodes, Pilatos y otros
personajes históricos, con el objeto de que el relato fuera más creíble.
Los relatos del
Nuevo Testamento hemos de tomarlos como lo que realmente son: literatura a la
que no hemos de adaptar la vida, tal como tampoco la adaptaríamos al relato
cervantino del Quijote.