¿Se
escribió el Nuevo Testamento
en
el siglo IV? (1)
El códice del
Nuevo Testamento más antiguo que existe es el Sinaíticus, escrito en griego
antes de mediados del siglo IV. Se cree que es una de las cincuenta copias que
efectuó Eusebio de Cesarea por encargo del emperador Constantino. El códice discrepa completamente de otros
posteriores, razón por la cual muchos teólogos dicen que es herético.
Cerca de finales
del siglo IV el obispo Dámaso de Roma le encargó a Jerónimo de Estridón que
elaborase la Vulgata Latina o traducción al latín del texto griego de Eusebio.
Jerónimo se valió de uno de los códices en griego del Nuevo Testamento y de las
traducciones latinas existentes del mismo. No empleó supuestos escritos del
Nuevo Testamento de los siglos I a III por la sencilla razón de que no existían
en su tiempo. De haber existido, los hubiera tenido en cuenta.
Jerónimo recalcó
que el trabajo era difícil, pues los textos a la vista presentaban múltiples
diferencias. Así que se las arregló como pudo, no solamente para traducir los
textos, sino para recomponerlos y fundirlos en un texto latino definitivo, que
fue la Vulgata, que incluía varios añadidos que no se hallaban en los
originales.
Los escritos
griegos y latinos anteriores a la Vulgata fueron destruídos, aunque alguno
escapó, entre ellos el Códice Sinaíticus, el más antiguo de todos. Este códice
lo descubrió Konstantin Von Tischendorf en el monasterio de Santa Catalina del
Monte Sion, a mediados del siglo XIX.
De la Vulgata
latina, ya a finales del siglo IV o principios del V, se hicieron los códices
que hoy conocemos y que fueron retocados por la Iglesia durante los siglos, a
medida que añadía textos al Nuevo Testamento, para lo cual retiraba los códices
más antiguos y ponía en su lugar los nuevos. Todos estos códices siguen
fielmente el texto de la Vulgata, en tanto que el códice Sinaíticus difiere
sustancialmente de los códices basados en la traducción latina de Jerónimo.
La Iglesia hizo
pasar los códices fundamentados en la Vulgata como si fueran producto de los
siglos II y III, por medio de copiarlos en papiro con caracteres de otros
tiempos, y así hacer creer a los lectores que los evangelios y cartas
atribuidas a los apóstoles y otros autores neotestamentarios eran mucho más
antiguos. Pero ¿cómo pueden ser anteriores al códice Sinaíticus unos escritos
que se basan en la Vulgata y que provienen de finales del siglo IV, mientras el
códice Sinaíticus es de antes de mediados de ese siglo IV?
Jerónimo no
conoció escritos neotestamentarios anteriores al siglo IV. Solamente se basó en
los textos griegos de Eusebio y en las traducciones latinas anteriores a la
Vulgata y que diferían entre sí, pues ‘cada cual tradujo el texto griego como
pudo’.
Jerónimo no
solamente tradujo al latín los textos griegos o los trasladó desde otras traducciones
latinas, sino que recompuso completamente los evangelios. Se cree que fue él
quien añadió a Mateo y a Lucas los pasajes del nacimiento de Cristo, así como
los 18 primeros versículos de Juan. Y se cree asimismo que fue él quien empezó
a añadir a los evangelios los pasajes de la resurrección de Cristo. Igualmente
se estima que fue Jerónimo quien hizo pasar a Jesús como procedente de
Nazareth, cuando Nazareth no se cita en la literatura hasta principios del
siglo IV, habiéndose fundado su sinagoga después de mediados del siglo III.
Así pues, no
existieron papiros ni otros documentos neotestamentarios en los siglos I al
III, por mucho que quiera decir y tratar de probar la Iglesia. Los papiros que
se hacen pasar como procedentes de los siglos I a III siguen la línea de la
Vulgata latina de Jerónimo, de la que surgieron varios códices. Y siendo la
Vulgata y los papiros copiados de ella producidos a finales del siglo IV o
principios del V, no pueden esos papiros ser anteriores al siglo IV. El códice
más antiguo, el Sinaíticus es aún más antiguo que la Vulgata y además difiere
de ella porque Jerónimo recompuso todo el Nuevo Testamento a partir de una
copia de los textos griegos de Eusebio.
La Iglesia fue
añadiendo textos a la Vulgata latina a lo largo de los siglos. Para ello
retiraba los códices más antiguos depositados en distintas bibliotecas y
monasterios y los sustituía por los nuevos, todo a fin de hacer parecer que lo
escrito era realmente más antiguo. La última añadidura la hizo hacia principios
del siglo XV y ésa es conocida por los teólogos como ‘la gran inserción’. Se
trata de los textos de Lucas 9:51 a 18:14.
A mediados del
siglo XV Gutemberg inventó la imprenta y su primer trabajo fue la Biblia. Dado
que se imprimieron muchos ejemplares de la Biblia, con base en la Vulgata, los
cuales fueron a parar a diversas manos y no se controló del todo el asunto por
la Iglesia, ésta no retocó más los textos neotestamentarios.
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