Por donar con alegría
todo el dinero a porfía
para la gran construcción
de la opípara mansión
que fue el Betel de Ajalvir,
tuvieron que malvivir
con angustia y con sudores
tantos alegres dadores.
Hoy los que eran veinteañeros
en tiempos tan placenteros
pasan ya de los cincuenta,
si mal no sale la cuenta
y, viendo tanto malgaste,
ya que todo se fue al traste,
se preguntan angustiados,
perplejos, malhumorados,
si es que mereció la pena
privarse de vida buena
por dar recursos y esfuerzos
para que doce mastuerzos
vivan a cuerpo de rey
por encima de la ley
y se lleven, usureros,
de la venta los dineros
cuando el complejo se venda,
que no quedará ni prenda.
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