Los Testigos de Jehová viven en una burbuja
fantástica. Evadidos de la realidad, sueñan con la utopía de vivir en una
tierra paradisiaca, al tomar al pie de la letra textos que en la Biblia no son
más que metáforas literarias. Piensan que vivirán eternamente y que, si mueren,
serán resucitados, siempre y cuando sean fieles a la ‘organización’ del Cuerpo
Gobernante y a la Watchtower, que es la sociedad mercantil editora que sostiene
todo el conglomerado jehovista y a cuya junta directiva de 1919 dice la propia
organización actual que Jesucristo la nombró como su esclavo fiel y discreto,
aunque aquella junta no se enteró del nombramiento.
Antes se enseñaba que el esclavo fiel y
discreto existía desde el Pentecostés del año 33 (primer siglo) y que en 1919 este
esclavo fue nombrado sobre los bienes del Amo Jesucristo. Quien no aceptaba
esto era expulsado de la congregación. Pero como Russell no contactó con
esclavo fiel y discreto alguno y eso significaba que desde los años 1870
existían dos líneas de esclavos, la del año 33 y la de Russell, lo cual no
podía ser, el Cuerpo Gobernante cambió la doctrina y señaló que el esclavo fue
nombrado en 1919 y de esa manera se quitaba de encima a Russell, quien, al ser
una figura precursora al estilo de Juan el Bautista, como ahora se enseña, quiere
decir que no era ungido, tal como Juan el Bautista no fue cristiano.
Los Testigos de Jehová sirven hoy al Cuerpo
Gobernante y a la Sociedad mercantil Watchtower, para cuya editorial y granjas
trabajan miles de ellos sin percibir un sueldo, salvo la debida manutención. Los
500 accionistas de la Watchtower son testigos de Jehová. La Watchtower no
podría subsistir sin los testigos de Jehová. Es de notar que los primeros
cristianos no servían a una entidad mercantil ni dependían de ella ni para ella
trabajaban.
Los Testigos de Jehová creen a pies
juntillas en los evangelios y cartas apostólicas, sin saber que estos
evangelios y las cartas comenzaron a ser escritos por Eusebio de Cesarea en los
primeros lustros del siglo cuarto (antes del año 325) por orden del emperador
Constantino. Se escribieron los evangelios para crear la Iglesia Católica y
hacer ver engañosamente que los obispos eran los sucesores de los apóstoles,
aunque estos eran personajes de los recientemente creados evangelios. El cuerpo
de obispos fue mandado crear por Constantino en el año 312, y en el 313 el
emperador mantuvo su primera reunión con ellos en la ciudad francesa de Areles,
hoy Arlés.
Ni de Jesucristo ni de los apóstoles dan
razón los historiadores de los siglos I al III, salvo las escasas y ridículas cuñas
que fueron añadidas a Josefo y otros en el siglo IV y posteriores. El principal
historiador del siglo I, Filón de Alejandría, que vivió en los mismos años en
que se supone que vivió Jesucristo, nada escribió sobre el nazareno y eso que la
fama de este había traspasado las fronteras. Filón no escribió sobre Jesucristo
por la sencilla razón de que nada sabía de él, y eso que Filón estaba enterado
de todo lo que pasaba en Judea y en Galilea. Nada sabía Filón acerca de
Jesucristo porque la realidad es que aquel no existió en los tiempos del famoso
historiador judío del siglo I.
Cuando en el año 382, por orden de Dámaso
el obispo de Roma, Jerónimo de Estridón tradujo al latín y amplió lo escrito
por Eusebio, la Iglesia Católica fabricó los papiros que hizo pasar como si
hubieran sido escritos en los siglos II y III, pero que resulta que son
traducción al griego de pasajes de la Vulgata latina de Jerónimo, escrita casi
a finales del siglo IV.
Las creencias de los Testigos de Jehová se basan en lo predicado por Russell a partir
de 1876, sin saber que fechas (607 a.e.c., 1914…), tiempos (2.520 años) y
doctrinas (Armagedón, Paraíso…) le fueron transmitidas a Russell por el
adventista Barbour, quien a su vez tomó los datos de religiosos anteriores,
especialmente del escrutador bíblico Edward Bishop Elliott, que en 1844 publicó
el libro ‘Horas del Apocalipsis’. A los testigos de Jehová se les dice que
estas doctrinas son de la Biblia; pero en la Biblia no aparecen: se trata
solamente de especulación sin fundamento. La Biblia no menciona las fechas 607
a.e.c. y 1914 ni dice que entre ambas habían de pasar 2.520 años. La Biblia ni
siquiera da lugar a tan descabellado cálculo.
Russell aceptó a ciegas las fechas, tiempos
y doctrinas que le impuso el adventista Barbour y lo predicó todo como si fuera
palabra de Dios, sin detenerse a averiguar su procedencia ni sopesar si lo que
le transmitía Barbour era cierto o no. Como el negocio editorial le creció
súbitamente, pensó Russell que eso era evidencia de la bendición de Dios y
continuó predicando cuanto Barbour le había inculcado. Pero fechas, tiempos y
doctrinas predicadas no eran parte de las enseñanzas de la Biblia, por más que
el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová se empeñe en demostrar que sí lo
son mediante subterfugios que son producto de ideas doctrinales preconcebidas,
a las que el Cuerpo Gobernante adapta la propia Biblia (Traducción del Nuevo
Mundo que usan los testigos de Jehová), cuando son las doctrinas las que
deberían adaptarse a la Biblia.
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