La
Vulgata latina de Jerónimo
Algo comprometedor
debían de contener los códices del Nuevo testamento escritos en griego por
Eusebio de Cesarea para que en los años ochenta del siglo IV el obispo Dámaso
de Roma le encargase a Jerónimo de Estridón que vertiese todo aquello al latín.
Jerónimo emprendió
la tarea y se basó en uno de los códices en griego de Eusebio y en las
traducciones latinas (Vetus latina) que existían de esos códices y que mejor le
parecieron a Jerónimo. No se basó el de Estridón en papiros neotestamentarios de
los siglos II y III porque no existían en su tiempo. De haber existido, se los
hubiera proporcionado el obispo de Roma.
Jerónimo no
solamente tradujo el códice de Eusebio, sino que, por orden del obispo que le
encargaba el trabajo, añadió los pasajes del nacimiento y resurrección de Cristo.
Con el tiempo la Iglesia fue ampliando los textos y añadiendo nuevos pasajes a
los evangelios y cartas apostólicas.
La Iglesia
controlaba los códices y, cuando precisaba realizar ampliaciones en los
evangelios, rehacía los códices y retiraba los viejos. Alguno se escapó de este
trasiego, como fue el códice Sinaíticus, descubierto a mediados del siglo XIX
en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sión. Tan diferente es este códice
de todos los demás, que los críticos dicen que no puede ser auténtico. Pero el
estudio del mismo arrojó que fue compuesto, como muy tarde, a mediados del siglo IV y se cree que es uno
de los cincuenta códices que escribió Eusebio.
Los rayos
ultravioletas han detectado miles y miles de borrones en el códice Sinaíticus y
en su lugar se han escrito textos que corresponden a la Vulgata latina de
Jerónimo. ¿Cómo puede contener textos de finales del siglo IV un códice que fue
escrito antes de mediados de ese siglo?
De la versión
latina de Jerónimo realizó la Iglesia los papiros correspondientes, traducidos
del latín al griego con caligrafía de estilo antiguo y, hacia finales del siglo
IV o principios del V, los hizo pasar como trabajos de los siglos II y III. Un
examen imparcial de las tintas revelaría que los papiros no son anteriores al
siglo IV. Esos papiros son en realidad traducciones del latín al griego de la
Vulgata de Jerónimo.
Al códice
Sinaíticus se le han añadido páginas anteriores y posteriores al cuerpo central
de los evangelios, probablemente en el siglo VI ó VII, para adaptarlo a la
Vulgata de Jerónimo. Después ese códice se perdió y apareció en el siglo XIX.
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