El códice del Nuevo Testamento más antiguo
que existe es el Sinaíticus, de aproximadamente el año 330 o algo más tardío.
Se cree que es uno de los cincuenta códices que el emperador Constantino mandó
escribir a Eusebio de Cesarea.
Está lujosamente encuadernado y escapó al
control de la Iglesia Católica. Fue descubierto por Tischendorf en 1859, en el
monasterio de Santa Catalina del monte Sión. Es tan diferente de las biblias
actuales que a Tischendorf le sorprendió esa gran diferencia.
El Sinaíticus contiene 30 libros del Nuevo
Testamento. Nuestras biblias, solamente veintisiete. Los tres libros que faltan
en nuestras biblias y que los contiene el códice Sinaíticus son: El Pastor de
Hermas, la epístola de Bernabé y las Odas de Salomón. Estos tres libros fueron
suprimidos en el año 367 por la Iglesia Católica, cuando se fijó el canon por
el obispo Atanasio. Los rayos ultravioletas han demostrado que el Sinaíticus
tiene miles de borrados de textos y sobre escritos otros encima.
El Sinaíticus, del que se desconoce si ha
sido traducido a idiomas modernos (al menos no se ha detectado el asunto), no
contiene muchos de los pasajes de las biblias actuales. Por ejemplo, no
contiene el capítulo 21 del evangelio de Juan ni los capítulos y versículos de
Lucas 9:51 a 18:14. Esto último se conoce entre los teólogos de la Iglesia Católica
como la ‘Gran Inserción’ y se trata de un añadido efectuado a principios del
siglo XV. Se ha insertado como relleno en el viaje que Jesús hizo de Galilea a
Judea.
Cuando los protestantes se separaron de la
Iglesia en el siglo XVI, no sabían que la Gran Inserción de Lucas 9:51 a 18:14 fue
añadida por los propios clérigos del Vaticano un siglo antes. Ahora lo saben,
aunque muchos teólogos protestantes consideran que esos textos añadidos siguen
siendo palabra de Dios, ya que se trata de textos que figuran en los evangelios
de Mateo y Marcos. No obstante la parábola del hijo pródigo solamente figura en
la Gran Inserción de Lucas y probablemente se trate de un cuento que estaría en
vigor en aquellos tiempos.
Se sabe que el capítulo 21 del evangelio de
Juan fue añadido en el siglo VI y por esa razón aparece en los códices escritos
a partir de ese siglo. Ya se sospechaba que el 21 era un capítulo añadido con
posterioridad, dado que el capítulo 20 termina diciendo que Jesucristo hizo
otras cosas que no estaban escritas, pues si se escribieran no habría libros
suficientes. Y de pronto aparece el extraño capítulo 21, en el que Pedro parece
obtener la primacía del rebaño o, lo que es lo mismo, el papado.
También se sospechaba que el 21 era un
capítulo añadido por contener el número 153, que en la antigüedad era mágico.
Los números mágicos por excelencia eran; el 8, el 9, el 17 y el 153. El 8 era
el número del dios del Sol y por ende del sol mismo. El 9 era el número de la
diosa lunar y de la Luna misma. La unión del dios solar y la diosa lunar, es decir, 8
más 9, da 17. La suma de los 17 primeros números lleva al mágico número 153,
cuyas cifras suman 9, que es el número de la diosa lunar. La suma de las cifras
del número 17 da 8, que es el número del dios solar.
En la remota antigüedad al Sol se le
conocía como Lug (una canción infantil dice ‘Lorenzo’) y a la Luna como Lusina
(la canción infantil dice Catalina). Lug era en realidad el verbo encarnado del
dios universal, es decir, una especie de Jesucristo, pero mucho más antiguo.
Lug era masculino y femenino al mismo tiempo. La manifestación femenina de Lug
se conocía como Lusina.
Con el tiempo se separaron los atributos
femeninos y masculinos de Lug, y Lusina pasó a ser la consorte de Lug. Lug y
Lusina ya eran, pues, en la mitología, dos seres distintos. Por cierto que la
palabra Luna es contracción del nombre de Lusina.
La palabra ‘lugar’ significaba antiguamente
un sitio consagrado a Lug o a Lusina. Hoy día un lugar es cualquier sitio.
España era la tierra de Lug y de Lusina. De ahí que aún se conserven muchos
nombres con la raíz ‘lug’, ‘lou’ o ‘lo’; por ejemplo, Lugo, Lugones (Oviedo),
Lug Agatha (Cabo Luz Agata o Cabo de Gata), Lourdes (aunque es de Francia), San
Lorenzo de El Escorial…
La palabra ‘luz’ deriva de Lug y de Lusina.
En la antigüedad los lugares de Lourdes y El Rocío estaban consagrados a
Lusina. El patrón de Tarragona es San Magín, un santo que en realidad no
existió. El antiguo patrón, antes del cristianismo, era el ‘magi Lu’ (o Lug),
del que deriva la palabra ‘magín’. Curiosamente, Lourdes, El Rocío, Lugo y el
Cabo de Gata son puntos importantes de la antigua circunferencia o rueda
ibérica que se traza con su centro en la Matriz (Madrid).
👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏 Magnifico, por favor sigue editando me encanta
ResponderEliminarEsto es genial por favor no pares y no pase como hildebrando que se quedo en el pasado imediato y lo seguimos esperando echale todos los kilos por la verdad de la verdad
ResponderEliminarHola, Como muchos estoy a la espera de tu próximo analisis, muchas gracias.
ResponderEliminarEs cierto que los codices son del siglo IV,
ResponderEliminarpero hay papiros de siglos antes.
La realidad es la siguiente: La Vulgata latina la escribió Jerónimo hacia el año 382. Jerónimo dice que se basó únicamente en dos cosas: uno de los códices de Eusebio de Cesarea y las traducciones latinas que de ese códice mejor le parecieron.Jerónimo para nada menciona los papiros. Estos son traducción al griego de los textos de la Vulgata y por tanto no pueden ser anteriores al 382. En realidad los papiros neotestamentarios fueron creados entre finales del siglo IV y principios del V. De todas maneras, aunque fueran genuinos, no serían suficientes para que Eusebio escribiera los primeros códices evangélicos. Muchos teólogos creen que en tiempos de Eusebio se transmitía el evangelio y las cartas apostólicas de manera verbal. Eusebio lo que haría sería poner por escrito esa tradición oral.
Eliminar