domingo, 26 de julio de 2020

Textos que no vienen en el códice bíblico más antiguo



    El códice del Nuevo Testamento más antiguo que existe es el Sinaíticus, de aproximadamente el año 330 o algo más tardío. Se cree que es uno de los cincuenta códices que el emperador Constantino mandó escribir a Eusebio de Cesarea.
    Está lujosamente encuadernado y escapó al control de la Iglesia Católica. Fue descubierto por Tischendorf en 1859, en el monasterio de Santa Catalina del monte Sión. Es tan diferente de las biblias actuales que a Tischendorf le sorprendió esa gran diferencia.
    El Sinaíticus contiene 30 libros del Nuevo Testamento. Nuestras biblias, solamente veintisiete. Los tres libros que faltan en nuestras biblias y que los contiene el códice Sinaíticus son: El Pastor de Hermas, la epístola de Bernabé y las Odas de Salomón. Estos tres libros fueron suprimidos en el año 367 por la Iglesia Católica, cuando se fijó el canon por el obispo Atanasio. Los rayos ultravioletas han demostrado que el Sinaíticus tiene miles de borrados de textos y sobre escritos otros encima.
    El Sinaíticus, del que se desconoce si ha sido traducido a idiomas modernos (al menos no se ha detectado el asunto), no contiene muchos de los pasajes de las biblias actuales. Por ejemplo, no contiene el capítulo 21 del evangelio de Juan ni los capítulos y versículos de Lucas 9:51 a 18:14. Esto último se conoce entre los teólogos de la Iglesia Católica como la ‘Gran Inserción’ y se trata de un añadido efectuado a principios del siglo XV. Se ha insertado como relleno en el viaje que Jesús hizo de Galilea a Judea.
    Cuando los protestantes se separaron de la Iglesia en el siglo XVI, no sabían que la Gran Inserción de Lucas 9:51 a 18:14 fue añadida por los propios clérigos del Vaticano un siglo antes. Ahora lo saben, aunque muchos teólogos protestantes consideran que esos textos añadidos siguen siendo palabra de Dios, ya que se trata de textos que figuran en los evangelios de Mateo y Marcos. No obstante la parábola del hijo pródigo solamente figura en la Gran Inserción de Lucas y probablemente se trate de un cuento que estaría en vigor en aquellos tiempos.
    Se sabe que el capítulo 21 del evangelio de Juan fue añadido en el siglo VI y por esa razón aparece en los códices escritos a partir de ese siglo. Ya se sospechaba que el 21 era un capítulo añadido con posterioridad, dado que el capítulo 20 termina diciendo que Jesucristo hizo otras cosas que no estaban escritas, pues si se escribieran no habría libros suficientes. Y de pronto aparece el extraño capítulo 21, en el que Pedro parece obtener la primacía del rebaño o, lo que es lo mismo, el papado.
    También se sospechaba que el 21 era un capítulo añadido por contener el número 153, que en la antigüedad era mágico. Los números mágicos por excelencia eran; el 8, el 9, el 17 y el 153. El 8 era el número del dios del Sol y por ende del sol mismo. El 9 era el número de la diosa lunar y de la Luna misma. La unión  del dios solar y la diosa lunar, es decir, 8 más 9, da 17. La suma de los 17 primeros números lleva al mágico número 153, cuyas cifras suman 9, que es el número de la diosa lunar. La suma de las cifras del número 17 da 8, que es el número del dios solar.
    En la remota antigüedad al Sol se le conocía como Lug (una canción infantil dice ‘Lorenzo’) y a la Luna como Lusina (la canción infantil dice Catalina). Lug era en realidad el verbo encarnado del dios universal, es decir, una especie de Jesucristo, pero mucho más antiguo. Lug era masculino y femenino al mismo tiempo. La manifestación femenina de Lug se conocía como Lusina.
    Con el tiempo se separaron los atributos femeninos y masculinos de Lug, y Lusina pasó a ser la consorte de Lug. Lug y Lusina ya eran, pues, en la mitología, dos seres distintos. Por cierto que la palabra Luna es contracción del nombre de Lusina.
    La palabra ‘lugar’ significaba antiguamente un sitio consagrado a Lug o a Lusina. Hoy día un lugar es cualquier sitio. España era la tierra de Lug y de Lusina. De ahí que aún se conserven muchos nombres con la raíz ‘lug’, ‘lou’ o ‘lo’; por ejemplo, Lugo, Lugones (Oviedo), Lug Agatha (Cabo Luz Agata o Cabo de Gata), Lourdes (aunque es de Francia), San Lorenzo de El Escorial…
    La palabra ‘luz’ deriva de Lug y de Lusina. En la antigüedad los lugares de Lourdes y El Rocío estaban consagrados a Lusina. El patrón de Tarragona es San Magín, un santo que en realidad no existió. El antiguo patrón, antes del cristianismo, era el ‘magi Lu’ (o Lug), del que deriva la palabra ‘magín’. Curiosamente, Lourdes, El Rocío, Lugo y el Cabo de Gata son puntos importantes de la antigua circunferencia o rueda ibérica que se traza con su centro en la Matriz (Madrid).