lunes, 25 de abril de 2022

En realidad no existió Jesucristo


    Si se investiga a fondo, libre de prejuicios religiosos, se descubrirá que no existió Jesucristo. Los historiadores de los siglos I al III, que fueron muchos, no dan razón de él, y eso que su fama traspasó las fronteras, como dice el evangelio.

    Un hombre que hacía andar a los paralíticos, convertía el agua en vino y resucitaba a los muertos hubiera interesado al mundo entero, sin importar raza o creencia religiosa. Se trataría de un hombre excepcional, como jamás hubiera habido otro, y eso llamaría profundamente la atención de todos. El mismísimo emperador de Roma lo hubiera hecho llamar a su presencia y esto aparecería en la Historia.

    Los judíos no creen en Jesucristo porque ningún historiador judío o romano escribió sobre la existencia de Jesucristo en los tres primeros siglos. En el siglo IV se les añadieron unas breves cuñas a cuatro escritores históricos, principalmente a Josefo. Pero Josefo hubiera escrito un libro entero sobre Jesucristo y no se hubiera limitado a una breve cuña. Gracias a Josefo se descubre que ni siquiera existía Nazareth en el siglo I. El testimonio flaviano se ha demostrado que es falso, probablemente incorporado por Eusebio de Cesarea en el siglo IV.

    En los primeros veinticinco años del siglo IV es cuando aparecen Jesucristo y los evangelios, además de las cartas apostólicas. Antes de ese siglo nada se sabía de Jesucristo. Los primeros códices de los evangelios datan del siglo IV, así como las primeras tumbas de cristianos aparecen a mediados del siglo IV. Y las primeras iglesias cristianas son precisamente de ese siglo. Raro es que no aparezcan códices evangélicos anteriores a los del siglo IV, cuando existe algún rollo de las Escrituras hebreas de antes del siglo I. ¿Tan descuidados eran los cristianos que, de haberlos, no conservaban como oro en paño sus propias Escrituras evangélicas?

    ¿Por qué, entonces, existen unos papiros o trozos de ellos que se fechan en los siglos II y III? Estos papiros son en realidad traducciones en griego de ciertas partes de la Vulgata latina que Jerónimo de Estridón escribió hacia el año 382 por orden del obispo de Roma, Dámaso. ¿Cómo pueden ser de los siglos II y III unos papiros que son traducción en griego de la Vulgata latina creada casi a finales del siglo IV? Los papiros que se conocen, creados a finales del siglo IV o a principios del V, siempre han sido los mismos y se hace creer que la mayoría de papiros se ha perdido. ¿Cómo pudieron escribirse los evangelios y las epístolas basándose en estos escasos documentos que además son falsos?

    Del siglo IV (de antes de mediados) es el Códice Sinaíticus, el cual difiere sustancialmente de la Vulgata, tanto que muchos teólogos dicen abiertamente que el códice es falso. Sin embargo se ha demostrado que es genuino. Además en dicho códice aparecen miles de raspaduras y se han insertado textos de la Vulgata, como se ha detectado por los análisis de rayos ultravioletas a los que ha sido sometido el códice. ¿Cómo puede contener textos de la Vulgata un códice que es anterior a ella?

    La Vulgata se escribió debido a que Eusebio de Cesarea, autor de los códices en griego, había puesto en ellos centenares de acrósticos que denunciaban lo escrito como falso. Descubierto esto por los grammateos, se le encargó a Jerónimo que tradujese del griego al latín, deshaciéndose así los acrósticos. Se destruyeron los códices en griego, aunque alguno llegó a nuestro tiempo. Se cree que Jerónimo de paso incorporó todo lo relativo a Nazareth, el nacimiento de Jesucristo y los primeros textos de la resurrección. De ahí que el propio Jerónimo dijera que le llamarían hereje todas las generaciones.

    Eusebio de Cesarea se vio obligado a inventar el personaje de Jesucristo y los evangelios debido a que el emperador Constantino quería que existiese una sola religión para todo el Imperio, un compendio de todos los dioses habidos en el tiempo. Y Eusebio no tuvo más remedio que aceptar, sabiendo cómo se las gastaba el emperador, que no perdonó ni a su propio hijo. Así que Eusebio escribió y se basó principalmente en textos egipcios, además de otros. Por eso Jesucristo se parece enormemente a tantos que fueron endiosados en la antigüedad.

    Se espera que algunos religiosos salgan al paso y sigan tachándome de mentiroso e insultándome, al igual que a mis compañeros de redacción, entre los que hay tres importantes ex ancianos de los testigos de Jehová, dos ex evangélicos, dos ex adventistas y dos ex sacerdotes católicos.

    Eso de insultar y tachar de mentirosos a los demás es lo que habitualmente hacen quienes no investigan la realidad ni tienen argumentos para debatir. Recibimos más de diez insultos diarios en los doce blogs editados en diferentes idiomas, siendo el blog en castellano (para España) el que menos insultos acapara y también el menos comentado.

    Por cierto, de algunos de estos religiosos, cuando comentan, aparecen sus datos reales (nombre, apellidos, dirección y actividades) en el ordenador, aunque comentan con pseudónimo. Ello es debido a que no han suprimido los parámetros que los identifican, probablemente porque no sepan cómo hacerlo. Se sugiere que lleven el ordenador a un informático experimentado para que les solucione el problema, aunque pocos informáticos conocen el tema. La mayoría de los informáticos ni siquiera ha oído hablar del asunto.

 

 

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martes, 19 de abril de 2022

SOBRE JESUCRISTO Y LOS EVANGELIOS

 

    Los evangelios dicen que Jesucristo hacía andar a los paralíticos, convertía el agua en vino y resucitaba a los muertos. Dice además que su fama traspasó las fronteras. Un hombre así habría de estar por fuerza en boca de todos los historiadores. Pero ningún historiador de los siglos I a lII habla de Jesucristo, ni uno solo siquiera. En el siglo IV la incipiente Iglesia Católica les colgó con carácter retroactivo brevísimas cuñas escritas a Josefo, Plinio, Suetonio y Tácito, cuñas que se han demostrado falsas.

    El historiador Filón de Alejandría, uno de los historiadores más importantes y que vivió en el tiempo en que se supone que vivió Jesucristo, nada escribió sobre él y eso es raro. Un historiador como Filón de Alejandría, que estaba enterado de todo lo que pasaba en Judea y en Galilea, hubiera escrito largo y tendido sobre un personaje que hacía andar a los paralíticos, convertía el agua en vino y resucitaba a los muertos.

    Nada más que con el hecho de resucitar a los muertos, absolutamente todos los historiadores hubieran hablado de él y hubieran escrito libros enteros, no breves cuñas atribuidas a una parte ínfima de ellos.

    Los judíos no pueden creer en Jesucristo porque los historiadores judíos y romanos nada escribieron sobre él en los tres primeros siglos. Y si no escribieron sobre él es porque no existió. Si hubiera existido, hubieran escrito largos párrafos, dado que una persona como Jesucristo hubiera llamado demasiado la atención y sería un personaje único en su género. Si los historiadores escribieron sobre gente socialmente indeseable, con mucha más razón hubieran escrito sobre Jesucristo.

    La realidad es que los evangelios fueron inventados en el siglo IV por Eusebio de Cesarea, siguiendo las órdenes del emperador Constantino. Eusebio inventó el personaje de Jesucristo y sus apóstoles. Inventó asimismo la Historia eclesiástica, donde aparecen unos padres de la Iglesia que no existieron y de los cuales la Historia no da razón.

    Las primeras tumbas de cristianos son de mediados del siglo IV, lo cual es lógico, ya que fue en ese siglo cuando se inició el cristianismo. A finales del siglo IV el emperador Teodosio obligó a todos sus súbditos a que abrazasen, bajo pena de muerte, el cristianismo impuesto por su predecesor Constantino.

    No hay evidencia alguna de cristianismo antes del siglo IV. Los escritos que se hacen pasar como de los siglos II y III son falsos, como falsa es la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea. Es como si una organización poderosa hiciera pasar a don Quijote como un personaje que existió.

 

jueves, 7 de abril de 2022

Conmemoración de la Cena del Señor

 

Los testigos de Jehová celebran la muerte del Señor e invitan a otros que no son Testigos a observar tal conmemoración, aunque sin participar de los emblemas de pan y vino.

Jesucristo celebró la cena solamente con los apóstoles.  Pudo haberla celebrado con muchos de sus discípulos. El libro de Hechos dice que el Espiritu Santo bajó sobre 120 discípulos. Pudo haber escogido a estos para la cena. Pero no lo hizo.

¿Por qué celebró la cena solamente con sus apóstoles? Porque iba a hacer con ellos un pacto para un reino, para que juzgaran a las 12 tribus de Israel. Jesucristo escogía 12 reyes, no 144.000. Uno por cada tribu de Israel.

Cuando los apóstoles murieron, la celebración del pacto para un reino ya no tenía razón de ser. La conmemoración, pues, solamente era para los apóstoles, no para otros discípulos, tal como se lee en los evangelios.

Cuando los apóstoles murieron, ya no tenía razón de ser la Conmemoración, pues solamente se eligieron a 12 personas que ejercerían como reyes, uno por cada tribu de Israel.

Los testigos de Jehová celebran literalmente aquella Cena de Jesucristo, creyendo que los reyes serán 144.000 y no 12, como señaló el propio Jesucristo. Pero como toman literalmente el libro de Apocalipsis, el cual en su principio dice que se le dio a Juan de manera simbólica o por medio de señales, apuntan literalmente a 144.000 reyes, cuando la realidad es que el simbólico número 144.000 representa a todos los creyentes, que nada tienen que ver con el reinado del que hablaba Jesucristo. El dijo que se enseñara a otros lo que él había enseñado. Y de los 144.000 nada enseñó.