¡Mientes!, le dijo el anciano presidente del comité judicial al
encausado. ¡Mientes!
Se le juzgaba a un hermano por decir que en Australia salieron a flote
más de mil abusadores infantiles con mil ochocientos casos. ¡Mientes!, vociferó
el anciano fuera de sí. ¡Lo de Australia es invención de los apóstatas y tú has
estado entrado en foros de apóstatas!, continuó enfurecido.
La
expresión ‘¡mientes!’ está constantemente presente en la boca de muchos
ancianos y superintendentes. ¡Mientes! En los foros de apóstatas, como los
llaman, entran muchos que ponen estas letras: ¡’Mientes!’. Evidentemente, se
trata de ancianos que miran las páginas de los apóstatas y comentan.
En cierta ocasión un hermano le preguntó a un anciano que por qué se
cambió la doctrina de la generación de 1914 que no pasaría sin ver el fin del
sistema. ¡Mientes!, le replicó el anciano; porque el esclavo jamás quiso decir
eso. Tú eres un apóstata, continuó. Tú entendiste mal. La generación siempre
constó de dos grupos de ungidos.
Pero eso es un cambio reciente, le contesta el hermano. ¡Mientes!, le
cortó el anciano. Y ahí se acabó la conversación. Ese anciano era el mismo del
comité judicial. Lo de ¡mientes! era una muletilla en su boca y cada vez que
lanzaba tal expresión se enfurecía.
Como este hay muchos ancianos y superintendentes. No pocos se obligan a
llevar una doble vida. ¡Mientes!, diría el anciano precitado. Para este anciano
son mentira las verdades que en contra de la ‘organización jehovista’ lanzan
los periodistas y los apóstatas. Y es verdad absoluta todo lo que emana del
Cuerpo Gobernante, aunque luego esa verdad la cambien aduciendo que han
recibido nueva luz. Y la verdad antigua queda en mentira. ¡Mientes!, diría el
anciano. Lo de antes sigue siendo verdad, una verdad que ahora está más
completa.
El sentido común compara las dos doctrinas sobre la generación y
encuentra que son totalmente opuestas. Luego una de ellas es mentira. ¿O lo son
las dos? Antes la generación se refería a la gente que vivía en 1914 y vería el
fin del sistema. Después el entendimiento se cambió a los inicuos. Y hoy la
generación la componen dos grupos de ungidos, el primero de los cuales traslapa
al segundo. ¿Dónde está la verdad en este caso, cuando ambas versiones son tan
diferentes? ¡Mientes!, sigue diciendo el anciano. Y se le llena la boca de
veneno. Un cerebro vacío, que no distingue la verdad de la mentira, no sabe
decir otra cosa más que ¡mientes!
Mi libro de historias watchblicas:
ResponderEliminarUn viernes por la tarde, sobre las 18 horas, un anciano llama por teléfono a un tj diciéndole que si podía acudir el Sábado a las 10 de la mañana al salón del reino para tener una reunión con él y dos ancianos más, el tj, le contesta que sí.
En el momento de la conversación telefónica se encontraba en casa de sus padres, también tj, y se lo cuenta, tras escuchar a su hijo, el padre le pregunta si el anciano le ha comunicado que la reunión sea para un comité judicial, a lo que el hijo le contesta que no.
El padre le dice a su hijo que llame al anciano y le pregunte si la reunión es para formarle un comité judicial, lo cual hace y el anciano le dice que va a hacer una llamada a otro de los ancianos para preguntarle, lo vuelve a llamar y le dice que no, que es para comentar con él unos temas sobre su matrimonio.
El Sábado a las 10 de la mañana, el tj con sus padres están en el salón del reino con los tres ancianos, tras saludarse, los ancianos junto con el hijo entran en una sala mientras los padres esperan fuera, y a los pocos minutos sale el hijo diciendo a sus padres que es un comité judicial, tras lo cual, los padres entran en la sala y le dicen a los ancianos que son unos mentirosos, el anciano que habló por teléfono con el hijo les dice que ha sido una confusión suya, y pide disculpas, los padres le dicen que no se lo creen, que han engañado a su hijo y se van junto con su hijo.
Toda esta patraña la pone el padre en conocimiento de la sucursal, pero no ocurre nada en absoluto, los tres ancianos quedan totalmente impunes, lo que demuestra que jw.org tolera la mentira de sus esbirros.