martes, 12 de noviembre de 2019

Lo que los testigos de Jehová no saben



    Los Testigos de Jehová viven en una burbuja fantástica. Evadidos de la realidad, sueñan con la utopía de vivir en una tierra paradisiaca, al tomar al pie de la letra textos que en la Biblia no son más que metáforas literarias. Piensan que vivirán eternamente y que, si mueren, serán resucitados, siempre y cuando sean fieles a la ‘organización’ del Cuerpo Gobernante y a la Watchtower, que es la sociedad mercantil editora que sostiene todo el conglomerado jehovista y a cuya junta directiva de 1919 dice la propia organización actual que Jesucristo la nombró como su esclavo fiel y discreto, aunque aquella junta no se enteró del nombramiento.

    Antes se enseñaba que el esclavo fiel y discreto existía desde el Pentecostés del año 33 (primer siglo) y que en 1919 este esclavo fue nombrado sobre los bienes del Amo Jesucristo. Quien no aceptaba esto era expulsado de la congregación. Pero como Russell no contactó con esclavo fiel y discreto alguno y eso significaba que desde los años 1870 existían dos líneas de esclavos, la del año 33 y la de Russell, lo cual no podía ser, el Cuerpo Gobernante cambió la doctrina y señaló que el esclavo fue nombrado en 1919 y de esa manera se quitaba de encima a Russell, quien, al ser una figura precursora al estilo de Juan el Bautista, como ahora se enseña, quiere decir que no era ungido, tal como Juan el Bautista no fue cristiano.
    Los Testigos de Jehová sirven hoy al Cuerpo Gobernante y a la Sociedad mercantil Watchtower, para cuya editorial y granjas trabajan miles de ellos sin percibir un sueldo, salvo la debida manutención. Los 500 accionistas de la Watchtower son testigos de Jehová. La Watchtower no podría subsistir sin los testigos de Jehová. Es de notar que los primeros cristianos no servían a una entidad mercantil ni dependían de ella ni para ella trabajaban.

    Los Testigos de Jehová creen a pies juntillas en los evangelios y cartas apostólicas, sin saber que estos evangelios y las cartas comenzaron a ser escritos por Eusebio de Cesarea en los primeros lustros del siglo cuarto (antes del año 325) por orden del emperador Constantino. Se escribieron los evangelios para crear la Iglesia Católica y hacer ver engañosamente que los obispos eran los sucesores de los apóstoles, aunque estos eran personajes de los recientemente creados evangelios. El cuerpo de obispos fue mandado crear por Constantino en el año 312, y en el 313 el emperador mantuvo su primera reunión con ellos en la ciudad francesa de Areles, hoy Arlés.

    Ni de Jesucristo ni de los apóstoles dan razón los historiadores de los siglos I al III, salvo las escasas y ridículas cuñas que fueron añadidas a Josefo y otros en el siglo IV y posteriores. El principal historiador del siglo I, Filón de Alejandría, que vivió en los mismos años en que se supone que vivió Jesucristo, nada escribió sobre el nazareno y eso que la fama de este había traspasado las fronteras. Filón no escribió sobre Jesucristo por la sencilla razón de que nada sabía de él, y eso que Filón estaba enterado de todo lo que pasaba en Judea y en Galilea. Nada sabía Filón acerca de Jesucristo porque la realidad es que aquel no existió en los tiempos del famoso historiador judío del siglo I.

    Cuando en el año 382, por orden de Dámaso el obispo de Roma, Jerónimo de Estridón tradujo al latín y amplió lo escrito por Eusebio, la Iglesia Católica fabricó los papiros que hizo pasar como si hubieran sido escritos en los siglos II y III, pero que resulta que son traducción al griego de pasajes de la Vulgata latina de Jerónimo, escrita casi a finales del siglo IV.

    Las creencias de los Testigos de Jehová  se basan en lo predicado por Russell a partir de 1876, sin saber que fechas (607 a.e.c., 1914…), tiempos (2.520 años) y doctrinas (Armagedón, Paraíso…) le fueron transmitidas a Russell por el adventista Barbour, quien a su vez tomó los datos de religiosos anteriores, especialmente del escrutador bíblico Edward Bishop Elliott, que en 1844 publicó el libro ‘Horas del Apocalipsis’. A los testigos de Jehová se les dice que estas doctrinas son de la Biblia; pero en la Biblia no aparecen: se trata solamente de especulación sin fundamento. La Biblia no menciona las fechas 607 a.e.c. y 1914 ni dice que entre ambas habían de pasar 2.520 años. La Biblia ni siquiera da lugar a tan descabellado cálculo.

    Russell aceptó a ciegas las fechas, tiempos y doctrinas que le impuso el adventista Barbour y lo predicó todo como si fuera palabra de Dios, sin detenerse a averiguar su procedencia ni sopesar si lo que le transmitía Barbour era cierto o no. Como el negocio editorial le creció súbitamente, pensó Russell que eso era evidencia de la bendición de Dios y continuó predicando cuanto Barbour le había inculcado. Pero fechas, tiempos y doctrinas predicadas no eran parte de las enseñanzas de la Biblia, por más que el Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová se empeñe en demostrar que sí lo son mediante subterfugios que son producto de ideas doctrinales preconcebidas, a las que el Cuerpo Gobernante adapta la propia Biblia (Traducción del Nuevo Mundo que usan los testigos de Jehová), cuando son las doctrinas las que deberían adaptarse a la Biblia.

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