martes, 10 de septiembre de 2019

Del libro BASES DOCTRINALES DE LOS TJ (68)


¿Se escribió el Nuevo Testamento
en el siglo IV? (2)

    En el siglo XVI los protestantes se separaron de la Iglesia Católica y llevaron la Biblia tal cual la tenía la Iglesia, ya con los textos de ‘la gran inserción’ incorporados al evangelio de Lucas. Los protestantes nada sabían de estas añadiduras y creyeron que toda la Biblia era Palabra segura de Dios que venía del siglo I y en ella basaron sus creencias.
    Con el tiempo los protestantes se dividieron en varias sectas que a su vez originaron otras. Todas ellas continúan basándose únicamente en la Biblia, ignorando que el Nuevo Testamento había sido retocado y ampliado por la Iglesia Católica siglos atrás. Los protestantes y otras sectas aceptaron además que el Nuevo Testamento había sido escrito por quienes decía la Iglesia, que es lo que Eusebio de Cesarea aseguró en sus escritos.
    La Historia seglar no da razón alguna de la existencia de los padres apostólicos mencionados por Eusebio, salvo de Tertuliano y Orígenes, a quienes Eusebio hizo pasar por cristianos y retocó sus escritos. Eusebio, pues, se inventó a los padres apostólicos y apologetas de los siglos I a mediados del III. Después no menciona a más padres porque se supone que estarían vivos para el tiempo en que Eusebio escribía.
    Se inventó también Eusebio las cartas atribuidas a aquellos padres, así como la historia de la Iglesia, creando personajes que entroncaban con los apóstoles, todo por vía de Roma, olvidando que los apóstoles se suponía que estaban activos en Jerusalén y otros lugares orientales en el siglo I y a tales apóstoles les correspondería con más propiedad ser los dirigentes reales de la Iglesia. Eusebio, que estaba a las órdenes del Emperador Constantino, se inclinó por una Iglesia romana.
    Josefo nada sabía de Jesucristo y sus apóstoles y por eso nada escribió sobre ellos. Las breves reseñas que figuran en alguno de sus escritos no son más que cuñas insertadas a machamartillo en el siglo IV, precisamente por Eusebio de Cesarea, quien de paso interpoló a otros autores en el mismo sentido que a Josefo. De haber sabido Josefo de la existencia de Jesucristo hubiera escrito varias obras sobre él.
    La Iglesia dice que la figura de Jesús no interesaba. ¿No interesaba una persona que convertía el agua en vino, sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos? El evangelio afirma que su fama traspasó las fronteras. Definitivamente, sí interesaba la figura de Jesucristo, tal como interesaban las de personajes nada sociables. Una persona que cura a los enfermos y resucita a los muertos interesa del todo aún a sus propios enemigos.
    El historiador Filón de Alejandría, que vivió justamente en el tiempo en que se supone que vivió Jesucristo, tampoco escribió nada sobre él. Filón era el cronista principal de su tiempo y, aunque vivía en Alejandría, estaba al tanto de los acontecimientos de Judea y otros lugares. Extraña su silencio. Como también extraña que los anales de Roma nada hayan registrado sobre Jesús.
    El propio emperador, bajo cuya jurisdicción estaba Judea, de haber sabido de este insólito personaje, le hubiera hecho llamar a su presencia. Los historiadores de los siglos I a III nada saben tampoco de Jesucristo y eso también resulta extraño. ¿Es que no hubo un solo historiador a quien interesara la figura de Jesucristo, cuando sí interesaban otras figuras de mucho menor calibre? ¿Se pusieron de acuerdo todos los historiadores para no hablar de la existencia de Jesucristo? Eso es más o menos lo que la Iglesia parece dar a entender.
    Volvamos a Jerónimo de Estridón. Para componer su Vulgata se valió de una de las copias del Nuevo Testamento en griego producidas por Eusebio de Cesarea. Se valió también de una selección de traducciones latinas del texto griego mencionado, traducciones un tanto libres que no seguían fielmente el texto griego y que por tanto diferían del mismo. Con estos dos tipos de documentos produjo el de Estridón, no sin quebraderos de cabeza, la Vulgata latina.
    No consultó textos del Nuevo Testamento de los siglos I al III porque no los halló. Los papiros que actualmente se presentan como de los siglos II y III, realmente no son de esos tiempos, pues siguen fielmente los textos de la Vulgata que Jerónimo compuso cerca de finales del siglo IV. Y si los papiros son reproducciones de los textos de la Vulgata y ésta es de finales del siglo IV, por lógica esos papiros no pueden ser de los siglos II y III.
    La pregunta que surge ahora es: ¿No se escribió el Nuevo Testamento en el siglo I? Y si se escribió en el siglo I, ¿por qué no existían copias de los mismos en el siglo IV? El caso es que no se conocen códices anteriores al siglo IV, en que se produjo el Sinaíticus, hipotéticamente basado en copias más antiguas, pero que nada se sabe de ellas.
    Ningún historiador de los siglos I a III da razón de la existencia del cristianismo en esos siglos. A algunos se les insertaron cuñas posteriores a sus escritos. Tales historiadores, de haberlo sabido, hubieran escrito libros enteros sobre Jesucristo y el cristianismo. Nos encontramos, pues, con que solamente los escritores del Nuevo Testamento hablan de la existencia de Jesús, los apóstoles y los primeros cristianos en el siglo I, entendiéndose que los cristianos continuaban activos durante los siglos II y III, aunque no hay registro histórico que lo confirme.


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