En
el año 1844 el escrutador bíblico Edward Bishop Elliot publicó su libro ‘Horas
con el Apocalipsis’. Elliot fue el primero en afirmar que los siete tiempos de
Daniel, contrariamente a lo que había publicado Brown en 1823, iban del 606
a.e.c. a 1914, año éste del regreso de Cristo y de la destrucción de los
gobiernos humanos. Pero Elliot se equivocó en un año de menos al realizar el
cálculo, ya que entre el 606 a.e.c. y 1914 median 2.519 años. Escrutadores
posteriores a Elliot aceptaron las fechas 606 a.e.c. y 1914 como el lapso de
2.520 años de los siete tiempos de Daniel.
El
libro de Elliot lo leyó el adventista Barbour hacia el año 1870 y aceptó del
mismo, entre otras, la fecha del 606 a.e.c., pero no como la del inicio de los
2.520 años de los siete tiempos de Daniel. Con reservas aceptó también la fecha
de 1914, aunque para él no era el año del regreso de Cristo. Dicho regreso se
daría en 1873, pero Cristo no llegó, como Barbour esperaba, y trasladó su
venida a 1874. Tampoco apareció el esperado Cristo. Finalmente Barbour concluyó
que Jesucrito sí había comenzado su reinado, aunque en el cielo y, por tanto,
para él se trataba de una presencia invisible de Jesucristo en su reino
celestial.
En
1876, a raíz de haber recibido la revista de Barbour, ‘El Heraldo de la
Mañana’, contactó con él Charles T. Russell, que fundaría el grupo de los
Estudiantes de la Biblia. Russell aceptó sin rechistar las fechas y doctrinas
de Barbour. Ya para entonces Barbour había admitido el año 1914 como el del regreso
visible de Cristo a la tierra, en tanto que el año 1874 lo predicó como el de
la invisible toma de poder real de Jesucristo en el cielo. Barbour le pasó a
Russell como bíblicas las fechas 606 a.e.c. (año supuesto de la destrucción de
Jerusalén), 536 a.e.c. (año supuesto de la liberación de los judaítas), 1874
(año supuesto del inicio del reinado de Jesucristo) y 1914 (año supuesto del
regreso físico de Cristo a la tierra en la batalla de Armagedón).
A
partir de 1876, Russell predicó el año 1914 como el del advenimiento de Cristo
y la batalla de Armagedón. No obstante, unos años antes se dio cuenta de que
entre el 606 a.e.c. y 1914 no mediaban 2.520 años, sino uno menos, y pensó
trasladar la fecha del Armagedón a 1915. En esa cuenta andaba cuando estalló la
Gran Guerra y Russell pensó que la universal contienda desembocaría en el
Armagedón aquel mismo año. Pasó 1914 y, constatando que Cristo no había venido
a la tierra, trasladó la fecha de 1914 a 1915, año que también pasó sin que
aconteciera la llegada de Cristo.
Todos los predicadores del siglo XIX, especialmente Brown, Miller,
Elliot, Barbour y Russell constataron amargamente que no se habían realizado
sus expectativas del regreso de Cristo, a pesar de la extensa predicación que
con tanto entusiasmo habían escenificado. No pudo hacerse realidad lo que
esperaban, sencillamente porque fueron más allá de las cosas escritas en la
Biblia y aceptaron y predicaron que Jesucristo aparecería tras cumplirse 2.520
años solares a partir de cierto año antes de la era presente, que en el caso de
Brown fue el 604 a.e.c.; en el de Miller el 677 a.e.c., y en el de Elliot,
Barbour y Russell, el 606 a.e.c. No pudo hacerse realidad lo que esperaban
porque los 2.520 años fueron producto de la mente humana, que se basó en la
numerología esotérica u ocultista que tanto enorgullece a quienes se consideran
que tienen una mente privilegiada y creen saber más que la propia Biblia y que
los propios congéneres.
En
1943 el vicepresidente y teólogo único de la sociedad Watch Tower de los
testigos de Jehová, Fréderick William Franz, adelantó un año la fecha de la
supuesta destrucción de Jerusalén para que cuadrasen los 2.520 años, así como
otro año la hipotética salida del destierro de los judaítas. Las fechas del 606
y 536 fueron adelantadas respectivamente al 607 y 537 a.e.c. De acuerdo con la
lógica matemática, todo dato basado en un dato falso también es falso. Por
tanto las fechas del 607 y 537 a.e.c., al estar basadas en las fechas falsas
del 606 y 536 a.e.c., también son falsas.
Del
estudio imparcial de la Historia, la Arqueología y la Astronomía, aplicadas las
tres ciencias al imperio neobabilonio, se deduce que Nabucodonosor subió al
trono en el 605 a.e.c., siendo su primer año de reinado el 604 a.e.c., y por
tanto su año 18, en que destruyó Jerusalén, correspondió al 587 a.e.c. Esta
fecha está de acuerdo también con lo que escribe Josefo en su obra ‘Contra
Apión’, donde dice que el nuevo templo, refiriéndose a los cimientos, se inició
en el año segundo de Ciro, transcurridos cincuenta años desde la destrucción
del templo anterior. Todos los historiadores calculan que el segundo año de
Ciro correspondió al 537 a.e.c. Cincuenta años atrás llevan por consiguiente al
587 a.e.c. como año de la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén.
En
conclusión, los 2.520 años que continúan predicando los testigos de Jehová son
el resultado de acomodar el esoterismo, en este caso la numerología ocultista,
a ciertos textos bíblicos. De aplicar realmente los 2.520 años, éstos habrían
concluido en 1878, ya que se trata de años incorrectamente llamados proféticos,
de 360 días cada uno, y no de años solares de 365 días. Por tanto la fecha de
1914 es del todo errónea y en tal año no aconteció ninguna toma de poder real
por parte de Jesucristo, ni en el cielo ni en la tierra. Jesucristo ya tenía
toda autoridad real en el cielo y sobre la tierra al tiempo de su ascensión,
por lo que no precisaba un tiempo futuro específico en que fuera hecho rey,
porque ya lo era desde que ascendió al cielo. De ahí que dijera que ‘todo poder
le había sido dado en el cielo y en la tierra’.
La
fecha de 1914, así como la de 1874 para el inicio del reinado de Cristo y las
del 606 y 536 a.e.c. para la destrucción de Jerusalén y salida del destierro babilónico,
respectivamente, las recibió Russell en herencia del adventista Barbour.
Russell, debido a su entusiasmo por pregonarlas y por su escaso conocimiento de
la Biblia, no se paró a investigar si eran verídicas o no.
El
año 1914 continúa siendo la piedra angular de la doctrina de los testigos de
Jehová. No aconteció en aquel año la llegada de Cristo ni el Armagedón que se
predicaba, ni aconteció todo ello en 1925, 1942, 1975 o finales del siglo XX,
como también se venía predicando bajo amenaza de expulsión de la congregación
de quienes no lo aceptasen. No aconteció absolutamente nada de lo anunciado a
bombo y platillo mediante página impresa y voz por la evidente razón de que
todo cálculo aplicado a tales fechas está basado en numerología y especulación
humana, y no en la Biblia.
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