Jerónimo no solamente tradujo al latín los
textos griegos o los trasladó desde otras traducciones latinas, sino que
recompuso completamente los evangelios. Se cree que fue él quien añadió a Mateo
y a Lucas los pasajes del nacimiento de Cristo, así como los 18 primeros
versículos de Juan. Y se cree asimismo que fue él quien empezó a añadir a los
evangelios los pasajes de la resurrección de Cristo, inexistentes en el Códice
Sinaíticus. Igualmente se estima que fue Jerónimo quien hizo pasar a Jesús como
procedente de Nazareth, cuando Nazareth no se cita en la literatura hasta
principios del siglo IV, habiéndose fundado su sinagoga más allá de mediados
del siglo III.
Nazareth fue fundada por una de las
divisiones sacerdotales de Jerusalén que huyó de la devastación de los romanos
en el año 135 y se estableció en la ladera de la colina a cuyo pie se extendía
el cementerio de Jafra. En el año 67 los romanos habían masacrado a los varones
de Jafra, los cuales fueron enterrados poco más de kilómetro y medio al norte,
en la llanura del lugar donde después se levantó Nazareth. Pero Jerónimo
ignoraba todo esto y creyó que Nazareth llevaba muchos siglos de existencia. Del
año 333 existe un mapa que indicaba a los peregrinos las ciudades que habían de
recorrer en Tierra Santa, partiendo de Belén, que era la ciudad de David. En el
mapa no figura Nazareth; sin embargo el evangelio que hoy conocemos asegura que
Jesús se crió en Nazareth y que esa ciudad era importante porque tenía sinagoga.
El códice Sinaíticus no menciona para nada
a Nazareth, a pesar de que los análisis con rayos ultravioletas han detectado
que se borraron escrituras más antiguas y se reescribieron textos encima para
acordarlos con los textos posteriores de la Vulgata. El historiador Flavio Josefo,
del siglo I, que era de Galilea, menciona en sus escritos todas las poblaciones
de Galilea y no aparece Nazareth en la relación. No aparece, no porque no fuera
importante, que lo era, ya que tenía sinagoga, según el evangelio. Nazareth no
aparece en la relación de poblaciones porque en los tiempos de Josefo no
existía esa población. Y si no existía, porque se fundó a partir de mediados
del siglo II, ¿cómo pudo Jesús andar por Nazareth en el primer tercio del siglo
I?
Así pues, no existieron papiros ni otros
documentos neotestamentarios en los siglos I al III, por mucho que quiera decir
y tratar de probar la Iglesia. Los papiros que se hacen pasar como procedentes
de los siglos I a III siguen la línea de la Vulgata latina de Jerónimo, de la
que surgieron varios códices. Y siendo la Vulgata y los papiros copiados de
ella producidos a finales del siglo IV o principios del V, no pueden esos
papiros ser anteriores al siglo IV. El códice más antiguo, el Sinaíticus, que
se cree que es una de las cincuenta copias que escribió Eusebio, es aún más
antiguo que la Vulgata y además difiere de ella porque Jerónimo recompuso todo
el Nuevo Testamento a partir de una copia de los textos griegos de Eusebio y de
las traducciones latinas de los textos de Eusebio. No se limitó únicamente a
traducir y no halló documentos neotestamentarios de siglos anteriores porque no
los había.
La Iglesia fue añadiendo textos a la
Vulgata latina a lo largo de los siglos. Para ello retiraba los códices más antiguos
depositados en distintas bibliotecas y monasterios y los sustituía por los
nuevos, todo a fin de hacer parecer que lo escrito era realmente más antiguo.
La última añadidura la hizo hacia principios del siglo XV y ésa es conocida por
los teólogos como ‘la gran inserción’. Se trata de los textos de Lucas 9:51 a
18:14, los cuales no figuran en el códice Sinaítico y en algún otro códice
antiguo, aunque sí en todos los demás códices que fueron amañados con
posterioridad. A mediados del siglo XV Gutemberg inventó la imprenta y su
primer trabajo fue la Biblia. Dado que se imprimieron no pocos ejemplares de la
Biblia, con base en la Vulgata, los cuales fueron a parar a diversas manos y no
se controló del todo el asunto por la Iglesia, ésta no retocó más los textos
neotestamentarios.
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