Los evangelios llaman a Jesucristo ‘el nazareno’ y afirman que vivió en
Nazaret durante tres décadas. En realidad la palabra nazareno no significa que
la persona que ostenta ese calificativo sea de o viva en Nazaret. La palabra
nazareno se refiere a alguien consagrado a Dios y que lleva la verdad.
El evangelio de Lucas dice que Nazaret era una ciudad y tenía sinagoga.
Una ciudad con sinagoga era algo muy importante para los judíos y si un judío
tenía que relacionar las poblaciones de Galilea, donde se sitúa Nazaret, es
evidente que a Nazaret la citaría entre las primeras poblaciones. Los
evangelios, pues, hablan de Nazaret; pero cuando se acude a la Historia real en
busca de datos sobre Nazaret, nos llevamos una gran sorpresa.
Flavio Josefo era un historiador judío que se pasó a los romanos y fue
destinado como comandante a Galilea en los años sesenta del primer siglo.
Josefo menciona en sus escritos cuarenta y cinco poblaciones de Galilea, que se
supone que eran todas las que existían. Pero no menciona a Nazaret.
Los teólogos católicos y protestantes antes se disculpaban diciendo que,
como Nazaret no era importante, por eso Josefo no la menciona. Ahora, dándose
cuenta de que el evangelio dice que Nazaret era una ciudad y tenía sinagoga, y
por lo tanto era importante, los teólogos dicen que a Josefo se le pasó
mencionar a Nazaret. Sin embargo no se le pasó mencionar numerosas poblaciones
sin importancia, la mayoría aldeas de menos de cien habitantes.
La pregunta que surge es: ¿Cómo es posible que un historiador judío se
olvide de mencionar una ciudad que tenía sinagoga y no se olvide de mencionar
aldeas sin importancia?
A mediados del siglo segundo se escribió el primer Talmud. En esta obra
escrita por judíos se mencionan sesenta y tres poblaciones de Galilea,
supuestamente todas las que existían. Desde los tiempos de Josefo había pasado
un siglo y es lógico que las poblaciones galileas crecieran en número.
Los teólogos dicen hoy: ‘Bueno, es que a los judíos que escribieron el
Talmud se les olvidó incluir a Nazaret en la lista’. Y la pregunta que surge es
la misma: ¿Cómo unos judíos, algunos de ellos rabinos, que escribieron el
Talmud, se olvidaron de mencionar a Nazaret, que según el evangelio era una
ciudad que tenía sinagoga?
En Burdeos se conserva una serie de mapas
del año 333 (siglo IV) que se conocen como ‘el itinerario burdigalense’. En uno
de ellos se hallan las poblaciones del Antiguo y Nuevo Testamento que debían
recorrer los peregrinos que iban a Tierra Santa. En este itinerario no aparece
Nazaret, siendo el caso que, según el evangelio, Jesucristo vivió treinta años
en Nazaret.
Los teólogos dicen que al autor del
itinerario se le olvidó incluir Nazaret. Es decir, se les olvida de incluir a
Nazaret en sus listados al historiador Josefo, a los judíos que escribieron el
Talmud y al autor del itinerario burdigalense. Se les olvida, y eso que Nazaret
era una ciudad que tenía sinagoga, según el evangelio de Lucas. Inexplicable
olvido.
Con relación al itinerario burdigalense
surge la pregunta: ¿No aparece Nazaret en el itinerario, sencillamente porque
los evangelios de aquella primera mitad del siglo IV no mencionaban a Nazaret? Es
lo más probable, por no decir seguro. Si los evangelios de entonces citasen a
Nazaret, es evidente que la población aparecería en el itinerario burdigalense.
Todas las sospechas de la inclusión de
Nazaret en los evangelios recaen sobre Jerónimo de Estridón, que rehízo a
finales del siglo IV los evangelios y el entero Nuevo Testamento por orden de
Dámaso, el obispo de Roma. Jerónimo compuso así la Vulgata latina y no
solamente se limitó a traducir uno de los códices escritos por Eusebio de
Cesarea, quien estaba a las órdenes del emperador Constantino, sino que añadió
pasajes a los evangelios; por ejemplo: los relatos del nacimiento de Jesucristo
e incluso los primeros textos de la resurrección. Y probablemente fuera
Jerónimo el autor de la inclusión de Nazaret en los evangelios.
Es cierto que sí aparece Nazaret en el
Códice Sinaíticus, el más antiguo de todos, de mediados del siglo IV o antes,
según los entendidos. Pero ha de tenerse en cuenta que a este códice se le
añadieron escritos después del siglo IV y esos escritos están de acuerdo con la
Vulgata latina que escribió Jerónimo. De paso la Iglesia ‘descubrió’ a principios
del siglo V una serie de hojas de papiro que dató de los siglos II y III. Pero
ni Jerónimo ni Eusebio conocieron tales papiros. Muchos teólogos afirman que
esos papiros son traducción al griego de la Vulgata latina de Jerónimo, los
cuales la Iglesia hizo pasar por más antiguos.
No se sabe de dónde en realidad sacó
Eusebio la información para escribir los códices evangélicos, si en su tiempo
se ignoraba la existencia de papiros antiguos. Hay teólogos que sospechan que
se perdieron los escritos evangélicos del siglo I y se transmitía todo por vía
oral. Eusebio lo que habría hecho, según opinan tales teólogos, fue poner por
escrito la tradición oral evangélica y de las epístolas atribuídas a Pablo,
Pedro, Juan, Santiago y Judas.
Lo cierto es que Eusebio escribió cincuenta
códices del Nuevo Testamento, por orden de Constantino, para los obispos que el
emperador había nombrado en el año 312, quienes nada sabían de Jesucristo. Con ellos
mantuvo su primera entrevista en el año 313, en la ciudad francesa de Arelate,
hoy Arlés. Los obispos esperaban que el emperador les facilitara datos sobre la
nueva religión que pretendía establecer en su Imperio y sobre todo del
personaje central de esa religión.
Magnifico...
ResponderEliminar