Si se investiga a fondo, libre de
prejuicios religiosos, se descubrirá que no existió Jesucristo. Los
historiadores de los siglos I al III, que fueron muchos, no dan razón de él, y
eso que su fama traspasó las fronteras, como dice el evangelio.
Un hombre que hacía andar a los
paralíticos, convertía el agua en vino y resucitaba a los muertos hubiera
interesado al mundo entero, sin importar raza o creencia religiosa. Se trataría
de un hombre excepcional, como jamás hubiera habido otro, y eso llamaría
profundamente la atención de todos. El mismísimo emperador de Roma lo hubiera
hecho llamar a su presencia y esto aparecería en la Historia.
Los judíos no creen en Jesucristo porque
ningún historiador judío o romano escribió sobre la existencia de Jesucristo en
los tres primeros siglos. En el siglo IV se les añadieron unas breves cuñas a
cuatro escritores históricos, principalmente a Josefo. Pero Josefo hubiera
escrito un libro entero sobre Jesucristo y no se hubiera limitado a una breve
cuña. Gracias a Josefo se descubre que ni siquiera existía Nazareth en el siglo
I. El testimonio flaviano se ha demostrado que es falso, probablemente
incorporado por Eusebio de Cesarea en el siglo IV.
En los primeros veinticinco años del siglo
IV es cuando aparecen Jesucristo y los evangelios, además de las cartas
apostólicas. Antes de ese siglo nada se sabía de Jesucristo. Los primeros
códices de los evangelios datan del siglo IV, así como las primeras tumbas de
cristianos aparecen a mediados del siglo IV. Y las primeras iglesias cristianas
son precisamente de ese siglo. Raro es que no aparezcan códices evangélicos
anteriores a los del siglo IV, cuando existe algún rollo de las Escrituras
hebreas de antes del siglo I. ¿Tan descuidados eran los cristianos que, de
haberlos, no conservaban como oro en paño sus propias Escrituras evangélicas?
¿Por qué, entonces, existen unos papiros o
trozos de ellos que se fechan en los siglos II y III? Estos papiros son en
realidad traducciones en griego de ciertas partes de la Vulgata latina que
Jerónimo de Estridón escribió hacia el año 382 por orden del obispo de Roma,
Dámaso. ¿Cómo pueden ser de los siglos II y III unos papiros que son traducción
en griego de la Vulgata latina creada casi a finales del siglo IV? Los papiros
que se conocen, creados a finales del siglo IV o a principios del V, siempre
han sido los mismos y se hace creer que la mayoría de papiros se ha perdido.
¿Cómo pudieron escribirse los evangelios y las epístolas basándose en estos
escasos documentos que además son falsos?
Del siglo IV (de antes de mediados) es el
Códice Sinaíticus, el cual difiere sustancialmente de la Vulgata, tanto que
muchos teólogos dicen abiertamente que el códice es falso. Sin embargo se ha
demostrado que es genuino. Además en dicho códice aparecen miles de raspaduras
y se han insertado textos de la Vulgata, como se ha detectado por los análisis
de rayos ultravioletas a los que ha sido sometido el códice. ¿Cómo puede
contener textos de la Vulgata un códice que es anterior a ella?
La Vulgata se escribió debido a que Eusebio
de Cesarea, autor de los códices en griego, había puesto en ellos centenares de
acrósticos que denunciaban lo escrito como falso. Descubierto esto por los
grammateos, se le encargó a Jerónimo que tradujese del griego al latín,
deshaciéndose así los acrósticos. Se destruyeron los códices en griego, aunque alguno
llegó a nuestro tiempo. Se cree que Jerónimo de paso incorporó todo lo relativo
a Nazareth, el nacimiento de Jesucristo y los primeros textos de la
resurrección. De ahí que el propio Jerónimo dijera que le llamarían hereje
todas las generaciones.
Eusebio de Cesarea se vio obligado a inventar
el personaje de Jesucristo y los evangelios debido a que el emperador
Constantino quería que existiese una sola religión para todo el Imperio, un
compendio de todos los dioses habidos en el tiempo. Y Eusebio no tuvo más
remedio que aceptar, sabiendo cómo se las gastaba el emperador, que no perdonó
ni a su propio hijo. Así que Eusebio escribió y se basó principalmente en
textos egipcios, además de otros. Por eso Jesucristo se parece enormemente a
tantos que fueron endiosados en la antigüedad.
Se espera que algunos religiosos salgan al
paso y sigan tachándome de mentiroso e insultándome, al igual que a mis
compañeros de redacción, entre los que hay tres importantes ex ancianos de los
testigos de Jehová, dos ex evangélicos, dos ex adventistas y dos ex sacerdotes
católicos.
Eso de insultar y tachar de mentirosos a
los demás es lo que habitualmente hacen quienes no investigan la realidad ni tienen
argumentos para debatir. Recibimos más de diez insultos diarios en los doce
blogs editados en diferentes idiomas, siendo el blog en castellano (para
España) el que menos insultos acapara y también el menos comentado.
Por cierto, de algunos de estos religiosos,
cuando comentan, aparecen sus datos reales (nombre, apellidos, dirección y
actividades) en el ordenador, aunque comentan con pseudónimo. Ello es debido a
que no han suprimido los parámetros que los identifican, probablemente porque
no sepan cómo hacerlo. Se sugiere que lleven el ordenador a un informático
experimentado para que les solucione el problema, aunque pocos informáticos
conocen el tema. La mayoría de los informáticos ni siquiera ha oído hablar del
asunto.
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