Anexo del libro 'La verdad de los años 607-537 a.e.c. y 1914'
Testimonio de Milton Boone
Siempre me había llamado la atención el
hecho de que la Organización de los testigos de Jehová defendiera la fecha del
607 a.C. como año de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, cuando los
historiadores, a través de múltiples datos reales y profundos estudios sobre
los mismos, daban sobrada evidencia de que tal destrucción aconteció en el año
587 a.C., que fue el año 18 (en otra parte de la Biblia se habla del año 19)
del reinado de Nabucodonosor. Solamente del imperio neobabilonio, desde
Nabopolasar hasta Nabonido, existe casi más documentación que de toda la
historia de la humanidad en conjunto.
La primera vez que planteé la objeción
sobre las fechas fue a al anciano me daba el estudio bíblico según el libro ‘La
Verdad que lleva a vida eterna’. Tuvieron que asignarme un anciano porque me
daba por hacer preguntas comprometedoras. El anciano, muy serio, me dijo que
con ese tipo de preguntas no podía seguir el estudio, aunque me aseguró que los
historiadores estaban equivocados en la fecha. No me atreví a preguntar más y
acepté la fecha del 607 a.C. Entonces no tenía yo un conocimiento de la
Historia como ahora lo tengo, pues cursé el profesorado correspondiente y aún
sigo dando clases en una conocida institución.
También mi conocimiento bíblico es hoy
mayor, pero no porque haya estudiado la Biblia con los Testigos, sino porque la
investigué imparcialmente por mi cuenta, consultando a fondo más de veinte
distintas versiones y traducciones bíblicas, además de varios Nuevos
Testamentos interlineales. Igualmente estudié griego clásico, del que asimismo
obtuve la correspondiente licenciatura. Si me hubiera limitado a lo que de la
Biblia imparten los testigos de Jehová, hubiera seguido siendo un párvulo
crédulo y no hubiera conocido más que los típicos textos que se manejan en la
predicación.
La Biblia no da fecha alguna. Las fechas
las dan los historiadores. Para llegar a ellas les ha sido necesario estudiar y
contrastar innumerables documentos antiguos. Por ejemplo, la fecha del 539 a.
C. como año de la caída de Babilonia la dieron los historiadores gracias a la
profundidad de sus estudios. Los testigos de Jehová aceptan dicha fecha porque
la pregona su Cuerpo Gobernante; pero no aceptan la fecha del 605 a.C. que dan
los mismos historiadores para el inicio del reinado de Nabucodonosor, pues, de
aceptarla, no les cuadraría a los Testigos el año 607 a. C. como el 18 de
Nabucodonosor.
Debido a un serio error que los adventistas
le pasaron a Russell, la organización de los Testigos sigue defendiendo que
Nabucodonosor fue entronizado en el 625 a. C. y así llegan al 607 a.C. como el
año 18 de Nabucodonosor. Si Russell se hubiera detenido a investigar siquiera
una parte de las doctrinas que el adventista Barbour le transmitía, hubiera
descubierto que Nabucodonosor no arruinó Jerusalén en el año 606 a.C., que era
lo que se defendía hasta el año 1943, en que la organización de los Testigos
adelantó la fecha al 607 a.C., tal como se lee en el libro ‘La verdad os
libertará’, hoy desconocido para la inmensa mayoría de los fieles.
Acerca de los 70 años atribuidos al
destierro de los judíos en el año en que Nabucodonosor destruyó Jerusalén, nada
encontramos en la Biblia. Los 70 años están referidos al imperio babilonio y no
a los desterrados. Pero los testigos de Jehová entienden que esos 70 años son
los que transcurrieron entre el año de la destrucción de Jerusalén y la salida
del cautiverio de los judíos. Los Testigos predican lo que les ordena su Cuerpo
Gobernante y ningún Testigo puede leer la Biblia con otro sentido que no sea el
que enseñan los líderes de la Organización, aunque la interpretación esté
equivocada.
Son incontables los errores de la enseñanza
bíblica del Cuerpo Gobernante. Por dicho motivo cambia periódicamente las
doctrinas y la interpretación de muchos pasajes de la Biblia y dice que se
trata de ‘nueva luz’. Pero la Verdad no admite nueva luz porque no puede
cambiar. Un superintendente de circuito con el que crucé palabras me dijo que
lo que cambia no es la Verdad, sino el entendimiento de la Verdad. Le respondí
que entonces no estábamos en la Verdad, sino en el entendimiento de la Verdad. Con
el tiempo me enteré de que tal superintendente había abandonado la
Organización.
Poco después obtuve la licenciatura en
Historia y comencé a dar clases con el nuevo curso escolar. Noté que eso del
profesorado no les hacía gracia a los ancianos de la congregación y un buen
día, armado de valor, les hice ver que lo del año 607 a.C. no era correcto. Al
cabo de un tiempo les presenté mi carta de renuncia, dado que intuía que me
expulsarían. Casualmente mi carta de renuncia se cruzó con la nota que me enviaron
los ancianos citándome a un comité judicial, al que no acudí. Mi esposa, hija
de un anciano y que llevaba en la congregación desde que nació, también
presentó conmigo su renuncia.
En honor a la verdad, no podía continuar en
una Organización que en modo alguno estaba enseñando la verdad de la Biblia.
Dos de aquellos ancianos abandonaron la congregación no mucho tiempo después, a
raíz de la investigación que realizaron sobre fechas y doctrinas. Lo mismo les
ocurrió a varios miembros de la congregación con la que me reunía.
Después de quince años me sentía como el
ave que sale de la jaula. Tenía entonces 36 primaveras y me dediqué con más
ahínco a la enseñanza, tanto de Historia como de Griego. Pocos años después
inicié un curso especial de Sagrada Escritura, que tuve que hacerlo en Roma,
por lo que solicité excedencia del profesorado durante dos años.
Fue en Roma donde aprendí cómo y cuándo en
realidad había sido escrita la Biblia, tanto el Antiguo Testamento de los
judíos como el Nuevo, este último íntegramente en griego, pero que por orden
papal fue recompuesto en el latín de entonces, casi a finales del siglo IV, por
Jerónimo de Estridón, y a partir de la Vulgata de Jerónimo se compusieron los
correspondientes códices, presentados con caracteres de otros tiempos para
hacerlos pasar por más antiguos. A principios del siglo XV, antes de la
invención de la Imprenta, le fueron añadidos al evangelio de Lucas los
capítulos y versículos 9:51 a 18:14, que forman la ‘gran inserción’, copiados
en su mayor parte de los evangelios de Marcos y Mateo. Pero ésta y la anterior
son ya otras historias que pudieran causar gran desasosiego a los devotos.
No hace mucho tuve la fortuna de leer en un
periódico varios artículos del profesor José Yosadit Von Goethe, cuyo contenido
coincidía íntegramente con lo que yo tenía asumido de la Historia. Acudí a una
de sus conferencias en Nueva York y, entrevistado con él, me refirió que no
hacía otra cosa que dar a conocer lo que otros ya habían publicado más
ampliamente. Y me recomendó la lectura de varios libros que gustosamente
compré. Me chocó que dos de ellos fueran escritos por un antiguo componente del
Cuerpo Gobernante. Esos libros me ayudaron a disipar completamente algunas
dudas que albergaba.
Ahora, a la vista de los escritos que me
envía para que le dé mi opinión, no puedo menos de sorprenderme por la sencilla
explicación de los mismos. Espero que ayudarán a muchos testigos de Jehová de
mente abierta a descubrir la verdad que se les oculta.
Da gusto saber de personas tan cultas.
ResponderEliminarBuenas, necesito saber cómo conseguir el libro El tiempo de los gentiles reconsiderados.
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