viernes, 26 de julio de 2019

Del libro BASES DOCTRINALES DE LOS TJ (27)


La Vulgata latina de Jerónimo

    Algo comprometedor debían de contener los códices del Nuevo testamento escritos en griego por Eusebio de Cesarea para que en los años ochenta del siglo IV el obispo Dámaso de Roma le encargase a Jerónimo de Estridón que vertiese todo aquello al latín.
    Jerónimo emprendió la tarea y se basó en uno de los códices en griego de Eusebio y en las traducciones latinas (Vetus latina) que existían de esos códices y que mejor le parecieron a Jerónimo. No se basó el de Estridón en papiros neotestamentarios de los siglos II y III porque no existían en su tiempo. De haber existido, se los hubiera proporcionado el obispo de Roma.
    Jerónimo no solamente tradujo el códice de Eusebio, sino que, por orden del obispo que le encargaba el trabajo, añadió los pasajes del nacimiento y resurrección de Cristo. Con el tiempo la Iglesia fue ampliando los textos y añadiendo nuevos pasajes a los evangelios y cartas apostólicas.
    La Iglesia controlaba los códices y, cuando precisaba realizar ampliaciones en los evangelios, rehacía los códices y retiraba los viejos. Alguno se escapó de este trasiego, como fue el códice Sinaíticus, descubierto a mediados del siglo XIX en el Monasterio de Santa Catalina del Monte Sión. Tan diferente es este códice de todos los demás, que los críticos dicen que no puede ser auténtico. Pero el estudio del mismo arrojó que fue compuesto, como muy tarde,  a mediados del siglo IV y se cree que es uno de los cincuenta códices que escribió Eusebio.
    Los rayos ultravioletas han detectado miles y miles de borrones en el códice Sinaíticus y en su lugar se han escrito textos que corresponden a la Vulgata latina de Jerónimo. ¿Cómo puede contener textos de finales del siglo IV un códice que fue escrito antes de mediados de ese siglo?
    De la versión latina de Jerónimo realizó la Iglesia los papiros correspondientes, traducidos del latín al griego con caligrafía de estilo antiguo y, hacia finales del siglo IV o principios del V, los hizo pasar como trabajos de los siglos II y III. Un examen imparcial de las tintas revelaría que los papiros no son anteriores al siglo IV. Esos papiros son en realidad traducciones del latín al griego de la Vulgata de Jerónimo.
    Al códice Sinaíticus se le han añadido páginas anteriores y posteriores al cuerpo central de los evangelios, probablemente en el siglo VI ó VII, para adaptarlo a la Vulgata de Jerónimo. Después ese códice se perdió y apareció en el siglo XIX.
     

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